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¿Usas el azúcar como premio para tus niños?

“Si no te terminas tu comida, no hay postre.”

“Como te fue muy bien en la escuela, vamos a celebrar con un helado.”

“Tu abuelita te consiente mucho, siempre te compra tus dulces favoritos.”

Sabemos que el azúcar es uno de los ingredientes más inflamatorios que existen. Y con la idea de que los niños consuman menos azúcar, a veces los dulces y los postres se utilizan como premios para ocasiones especiales o como muestras de cariño. 

Sin embargo, ¿te has preguntado qué estamos provocando en los niños al utilizar el azúcar como premio? 

ASOCIACIÓN EMOCIONAL

¿Has notado que se te antoja más el azúcar cuando te sientes ansioso, triste o aburrido?

Una de las razones es que todos asociamos la comida con emociones. 

Por ejemplo, si aprendemos que los cumpleaños deben celebrarse con pastel (o torta), esos sabores quedan asociados con la alegría y el entusiasmo de la fiesta y con el cariño de los amigos y de la familia. Y lo asumimos como una regla: cuando se celebra un cumpleaños, debe haber pastel.

Si utilizamos dulces para premiar a un niño cuando se termina sus verduras, probablemente va a asociar su sabor con emociones de logro y de orgullo, mientras que las verduras se asocian con algo desagradable. Además, puede sentir calma y seguridad, porque está recibiendo la aprobación de sus papás. Es posible que lo asuma como una regla: cuando logro algo difícil o desagradable, me premio con algo dulce. 

Estas reglas siguen con nosotros cuando somos adultos. Y pueden ser inconscientes: simplemente se nos antoja algo dulce cuando sentimos soledad, aburrimiento, decepción o tristeza y queremos sentir cariño, emoción, orgullo o alegría. 

Para ayudar a que los niños desarrollen una relación saludable con la comida, es preferible no señalar a los alimentos como premios o castigos. 

DEPENDENCIA FÍSICA

Los dulces y los postres comerciales están diseñados para ser adictivos. No es exageración, existen pruebas de laboratorio para conseguir el sabor exacto que nos hará desear comer más y más al estimular los centros de recompensa del cerebro. Puedes aprender mucho acerca del efecto que tienen los alimentos en el cuerpo de tus hijos y cómo cuidarlos de acuerdo a la medicina funcional, en nuestro curso: Cultivando salud en tu familia. Revísalo aquí. 

El azúcar refinada es una de las sustancias que crean más dependencia en nuestro cuerpo. Algunos estudios afirman que es más adictiva que la cocaína. Y por eso los fabricantes la incluyen en muchos alimentos que no deberían llevar azúcar —como los aderezos, la salsa de jitomate, el pan, la mostaza, etc. 

Si utilizamos los dulces como premio para los niños, favorecemos que su organismo se vuelva dependiente del azúcar, que altera la química de su cerebro, sus hormonas y su metabolismo, además de debilitar su sistema inmune. 

Si el premio por comer bien es un postre, su motivación para comer va a ser recibir ese sabor dulce y los efectos que tiene en su cuerpo, en lugar de comer de acuerdo a sus señales de hambre y saciedad. En lugar de hacerle caso a su cuerpo, van a comer para recibir esa recompensa adictiva. En lugar de aprender a probar diferentes sabores, reciben un sabor muy intenso y diseñado para provocar dependencia. 

Entonces, ¿el azúcar refinada debe estar prohibida?

Prohibir el azúcar a los niños puede ser contraproducente y no favorece una relación saludable con la comida. 

Los alimentos son información y nutrición para las células de nuestro cuerpo. Cuando etiquetamos algún alimento como “prohibido” o “malo”, podemos causar que lo deseen más. Y a la larga, pueden sentir culpa o reproche después de comerlo, pero sin dejar de sentir el antojo. Esto puede derivar en desórdenes alimenticios o en una relación conflictiva con la comida. 

Por otra parte, no es realista esperar que los niños eviten el azúcar refinada al 100%. Aunque en casa la evitemos, es muy probable que les ofrezcan alimentos con azúcar en otros contextos, como reuniones con amigos, en la escuela o con la familia. 

En lugar de prohibirles el azúcar, lo ideal es ayudarles a conocer los alimentos y conocer su cuerpo para que puedan hacer mejores elecciones. 

¿Qué podemos hacer?

  1. Mejorar la calidad y reducir la cantidad
    Si ya estamos acostumbrados a celebrar los cumpleaños con pastel (o torta) o a premiar un logro con un helado, podemos hacer una versión más saludable de ese mismo postre y reducir poco a poco la porción que reciben los niños. Podemos preparar en casa un pastel con ingredientes enteros, reales y sanos (como harina de almendras, leche de coco, nueces, frambuesas, mantequilla de avellanas, chocolate de buena calidad, etc.) Y podemos utilizar endulzantes más saludables, como dátiles, plátanos, miel de maple real o miel de abeja orgánica, hojas de estevia o fruto del monje. Checa abajo la receta para preparar trufas de chocolate saludables.
  2. Que el premio sea la experiencia completa de la comida
    En lugar de sólo comer un postre, la celebración puede ser elegir el menú para la comida o la cena de ese día especial y participar en el proceso completo, desde comprar los ingredientes y preparar la mesa hasta picar, mezclar y servir. A los niños les encanta participar y al involucrarse en todas las etapas les ayudamos a disfrutar y valorar todos los alimentos y la experiencia de comerlos. Antes de sentarse a comer, recuerden dar gracias (de la forma que prefieran) y tomar un par de respiraciones profundas.

    Además, al preparar la comida en casa nos aseguramos de que los ingredientes sean los mejores (frescos y sanos). Así les compartimos que celebrar no significa llenarnos de alimentos chatarra y dulces, sino honrar su cuerpo y su salud con la comida más rica y nutritiva.
  3. Revisar nuestra propia relación con el azúcar
    Los niños aprenden más de nuestro ejemplo que de nuestras palabras. La próxima vez que tengamos un antojo intenso de un dulce o de un postre, podemos preguntarnos qué es lo que deseamos en realidad. Tal vez queremos sentir descanso, apapacho, aventura o la sensación de que todo va a estar bien. Al identificarlo podemos elegir comer ese antojo (pero de forma consciente) o buscar una forma real de satisfacer esa necesidad, como abrazar a alguien querido, salir a caminar o tomar un baño caliente.
  4. Ser pacientes y ayudarles a escuchar a su cuerpo
    Los niños están desarrollando su sentido del gusto. Si les ayudamos a reducir la cantidad de azúcar que comen y mejorar la calidad de lo que comen, la sensibilidad de sus papilas gustativas irá aumentando y será más fácil que escuchen a su cuerpo. Es probable que no acepten estos cambios a la primera, hay que hacerlos poco a poco. Ellos necesitan probar varias veces el mismo alimento (en diferentes presentaciones y texturas) para conocerlo y saber si les gusta o no. 


Escuchar a su cuerpo significa comer cuando tienen hambre y dejar de comer cuando se sienten satisfechos, además de probar diferentes sabores y no solo los sabores industriales intensos que crean una recompensa inmediata en su cerebro.

Con el tiempo, ellos mismos pueden decir que no a un postre que les sabe demasiado dulce, o pedir una porción más pequeña. Su organismo sabe qué comer y en qué cantidades. Y los niños de más edad pueden identificar lo que pasa en su cuerpo cuando comen mucha azúcar refinada. 

¿Quieres más herramientas prácticas para que tus hijos tengan una salud excepcional?

Te recomendamos mucho el curso Cultivando salud en tu familia, impartido por Dr. Patricia Restrepo. Aprende a conocer su cuerpo, a utilizar la naturaleza para aliviar síntomas, a protegerlos de las toxinas de nuestra época y a mejorar el funcionamiento de sus células y sus órganos con sabiduría ancestral y científica. Puedes leer testimonios de mamás haciendo clic aquí.

RECETA: TRUFAS DE CHOCOLATE SALUDABLES
25 trufas

Ingredientes:
350 g de chocolate amargo sin azúcar
¾ taza de leche de coco o de almendra sin azúcar
¼ taza de aceite de coco virgen, prensado en frío
1 cucharadita de extracto de vainilla sin alcohol
1 pizca de sal de mar
Al gusto: cocoa en polvo, coco rallado sin azúcar, almendras fileteadas
Miel de abeja orgánica, miel de maple real o dátiles

Instrucciones:
Pica el chocolate en trozos. Colócalo en un recipiente de vidrio y ponlo a baño María.
Agrega el aceite de coco y mezcla continuamente hasta que se integren. 
Añade la leche de coco o de almendra y mezcla bien.
Retira del calor y agrega la vainilla, la sal y un poco del endulzante que hayas elegido.
Si eliges los dátiles, licúalos antes con un poquito de agua caliente. 
Mete la mezcla al refrigerador durante un par de horas o hasta que esté firme.
Extiende la cocoa, el coco o las almendras en un plato para usarlas como cobertura.
Con una cuchara, toma una porción pequeña de la mezcla, forma una bolita y ruédala sobre la cobertura que hayas elegido.
Coloca las trufas en una charola y refrigéralas durante 15 minutos antes de servirlas.