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¿Ya conoces el Forest Bathing, o “baño de bosque”?

Es una práctica que se originó en Japón, llamada shinrin-yoku o “baño de bosque”. Fue llamada así por un biólogo y psicoterapeuta japonés en los años 80, cuando buscaba un antídoto al burnout ocasionado por el crecimiento del trabajo tecnológico.

Consiste en adentrarse en la atmósfera del bosque con atención plena, con calma y presencia, y con la intención de relacionarnos con el mundo natural a través de todos nuestros sentidos.


El campo de aromaterapia del bosque

Cuando caminamos en el bosque (además de que hay mayor concentración de oxígeno), estamos inmersos en el campo de aromaterapia de los árboles. 

Son aceites esenciales volátiles —llamados fitoncidas— que emanan las especies vegetales para comunicarse con su entorno. Estos aceites son los que le dan el olor característico a muchas especies de árboles, como el cedro, el pino, el eucalipto, etc. Al producir un aroma penetrante los árboles logran repeler a ciertas bacterias, hongos e insectos que son sus depredadores, mientras que atraen a otras bacterias, hongos e insectos que necesitan para su polinización y desarrollo.

Al mismo tiempo, estos aceites aromáticos tienen efectos benéficos en nuestro organismo, como ayudar a reducir el estrés, activar una repuesta de relajación, regular la presión sanguínea, mejorar la actividad de las células inmunes (en especial células naturales asesinas, o NK) y aumentar la producción de células inmunes T, que nos defienden naturalmente del cáncer. Es decir que un baño de bosque crea en nuestra biología interna las condiciones que aumentan nuestra capacidad para defendernos de infecciones y enfermedades como el cáncer. Hay estudios que indican que tomar un baño de bosque dos días seguidos (de 2 a 4 horas por día) puede aumentar la actividad de nuestros glóbulos blancos hasta en un 40%, y este efecto puede durar hasta 30 días.


Experimentar el bosque sin tecnología 

Cuando alguien se adentra en el bosque sin tecnología (sin celular, audífonos, etc.), las frecuencias que predominan en su cerebro son ondas Theta. El estado Theta está asociado normalmente con las primeras etapas del sueño. Es un estado de calma profunda, receptividad, creatividad, inspiración y conexión. 

Además, cambia el ritmo de su respiración y el ritmo de su corazón. En su sistema nervioso, se activan señales que le permiten sentirse sostenido (grounded), conectado y seguro. Se regulan sus hormonas del estrés, se producen endorfinas y serotonina, mejora su calidad de sueño. También cambia su actividad mental: favorece la creatividad y la claridad de ideas, mejora su memoria y la atención, se reduce la ansiedad, la fatiga, el enojo y la confusión. 


¿Por qué sucede todo esto?

Durante nuestra evolución como especie humana, hemos pasado más del 99.9% del tiempo en la naturaleza. En cambio, hoy en día un adulto promedio en la ciudad pasa más del 95% de su tiempo en espacios interiores: la casa, la oficina, el centro comercial. La mayoría de los niños en las ciudades pasan menos 1 hora al aire libre cada día. Esto es menos tiempo del que pasan los internos en algunas prisiones de alta seguridad. 

Para nuestro organismo, estar alejados de nuestro entorno natural se siente como estar lejos de casa, como no tener hogar. Y esto se refleja en nuestra salud. Por eso cuando volvemos a la naturaleza, aunque sea brevemente, nuestros ritmos se sincronizan con los naturales y nos llena una sensación de bienestar. Ese deseo de estar en la naturaleza está inscrito en nuestro ADN.


Nuestra ecología interna

Ahora sabemos que nuestro cuerpo también es un ecosistema. Hay millones y millones de seres que viven dentro de nosotros y sin los cuales no podríamos sobrevivir. En nuestro organismo hay más bacterias que células humanas (¡hasta 10 bacterias por cada célula humana!). Y vivimos en simbiosis con ellas, al mismo tiempo que estamos tejidos con el mundo natural, con la luz del sol que nuestras células transforman en energía, con el aire, el agua, con las plantas y los animales. 

De la misma forma, los árboles del bosque están interconectados, se comunican a través del aire y a través de las raíces, son capaces de proteger a los árboles más jóvenes, de almacenar recursos cuando detectan que vendrán temporadas difíciles, de alertar a los árboles de alrededor cuando se acerca una plaga. Las raíces de los árboles forman una red sináptica junto con el micelio de los hongos, una red capaz de comunicarse para resolver problemas y proteger al ecosistema en conjunto. 

Así, nuestra ecología interna refleja lo que sucede en el mundo natural. No solo estamos conectados con la naturaleza, sino que no estamos separados de ella, seguimos tejidos con ella. Las culturas ancestrales lo saben desde hace milenios. Saben que somos una red de relaciones. Ahora la ciencia está comprobándolo, estudio por estudio. 

Por eso cualquier explicación es incompleta: podemos estudiar los fitoncidas y su efecto en nuestro cuerpo, o los beneficios del color verde, de recibir la luz del sol en la piel y de tocar la tierra con los pies, pero todas son explicaciones parciales. La respuesta completa está en la sabiduría de nuestro cuerpo y de la naturaleza. 


¿Cómo practicar el forest bathing?

Dónde: 

Puedes visitar cualquier sitio con árboles, desde un parque en la ciudad hasta una reserva nacional. Los bosques más curativos son los más frondosos y antiguos. Es ideal si están alejados de fuentes de contaminación o de ruido. Además, es muy favorable visitarlos a mediodía, cuando están iluminados y cálidos. Después de la lluvia también aumentan los aromas. 

Los básicos para tomar un baño de bosque:

  1. Usa todos tus sentidos. Toca las texturas con las manos. Si puedes, camina descalzo. Identifica los aromas y los sonidos que te rodean. Admira las vistas, de cerca (los detalles más pequeños) y de lejos (el paisaje completo). 
  2. Respira de forma lenta, profunda e intencional. 
  3. Sigue tus impulsos. Explora lo que te atrae. El bosque despierta la creatividad y la inspiración, déjate guiar.
  4. Encuentra un sitio que te atraiga para detenerte, sentarte o acostarte. Puedes hacer alguna práctica, como meditación, recitar mantras, escribir, hacer bocetos, recolectar elementos naturales o practicar yoga, chi kung, danza, etc. 
  5. Tómate tu tiempo y deja que tu atención esté en el presente, no en los pendientes o en el trabajo. Si llevas celular, úsalo lo menos que puedas. Deja que los ritmos de tu cuerpo entren en sincronía con los del bosque, donde conviven desde los sucesos más efímeros hasta las presencias más antiguas.